viernes, noviembre 18, 2011

ODRACIR


Un vestido negro corto y unas mallas fueron testigos de nuestro primer encuentro, yo como casi siempre distraída después de una reunión, buscaba a un amigo entre gente sentada en el segundo piso de ese pequeño bar de aspecto irreverente y buena música. Sin intentarlo como si así hubiese estado destinado me tope con tu mirada, esquiva hasta ese momento. No sé como explicarlo supongo que los planetas estaban alineados, que era mi noche de sorpresas, que fue una atracción fatal, no sé, pero me sentí irremediablemente atraída hacia ese chico tan extraño, de aspecto diferente, de mirada cómplice, tranparente y ojos tristes, por azahares de la vida resultaste ser amigo de mi amigo valga la redundancia y la atracción hizo que me sentara a tu lado, mientras trataba de parecer indiferente te miraba de reojo, como examinándote, quería escuchar tus respuestas, tus argumentos, quería ver tus ojos, tu parecías tan distante entre el humo del cigarrillo, y la trova. Hablabas del pasado como quien rasga una herida que no termina de cicatrizar, entendí que aún retumbaba sobre tu pecho una pena, un nombre, un diagnóstico, una cama de hospital, una sensación de angustia y un silencio permanente, Incapaz de cavilar las palabras adecuadas que transmitan algo de empatía me limite a mirarte, no me sentía capaz de entender algo que tus fibras mas intimas experimentaron, me sentí tu cómplice, y así comenzó todo.
Noventa días de sonrisas furtivas, largos paseos, viajes cortos, ambos nos sentíamos muy predispuestos a compartir nuestro tiempo, esperanzas y expectativas, a sacarle la lengua al mundo. Quizá no estaba en mi mejor momento, quizá yo tampoco lo esperaba, quizá quería volver a intentarlo, quizá en lo mas profundo de mi ser sabia que esto no podía ser real pues pronto me iría de esa ciudad para intentar volar en una gran ciudad mirando al futuro y en búsqueda de especialidades.
Pero la felicidad es ambigua y escurridiza, depende de como la interpretemos, en realidad cada etapa te muestra nuevas y diferentes formas de como entender la vida y sus bemoles, crecemos y hasta me atrevería a decir que maduramos y como por añadidura aprendemos que a veces un adiós a tiempo te ahorra sentimientos de pertenencia, aprehensiones hacia otra persona, que según mi forma de ver resultan innecesarias si al analizar la situación tiene obstáculos y arrastras algunas costumbres que con el tiempo se podrían convertir en pequeñas bombas de tiempo, y quizá porque te quiero, como te quiero prefiero que tengas certeza de lo que quieres y lo que estas dispuesto a hacer antes de comprometerte con alguien, antes que alguno de los dos resulte lastimado.